Las
supersticiones en el mar
Corría el siglo XVIII y
en el mar Mediterráneo Inglaterra había conseguido una nueva base donde
establecer un puerto seguro para su flota: la isla de Menorca, especialmente el
puerto de Mahón. De hecho estuvo bajo la soberanía británica desde 1708 en que
fue conquistada durante la Guerra de Sucesión Española, hasta el tratado de
Amiens de 1802 en que volvió a ser posesión de España.
En este entorno sitúa
la acción de su novela Capitán de Mar y Guerra, el renombrado autor Patrick
O´Brian, en la que narra, con proverbial maestría y conocimiento del entorno
marinero, las aventuras del capitán Jack Aubrey y su inseparable amigo y médico
de a bordo, Stephen Maturin.
De la lectura de esta
novela, que forma parte de una saga completa de temas marineros y que
constituye una lectura de obligado cumplimiento para los amantes del mar, los
barcos y la Historia, me llamó mucho la atención la descripción de un caso
grave de acoso social hacia uno de los marineros por la actitud negativa del resto
de la tripulación, conducta basada en creencias falsas y supersticiones.
El doctor Maturin
encuentra que uno de los marineros de la goleta Sophie, donde prestaba servicio
al mando del capitán Aubrey, estaba al borde de la inanición ya que el resto de
los marineros no solo le negaban el contacto y el saludo, sino que incluso
llegaron a quitarle la comida. Al parecer, en el curso de una de las abundantes
borracheras que se producían al llegar a puerto, el desdichado marinero llegó a
confesar que antes de embarcarse era un comepecados.
El comepecados era una
persona, generalmente un mendigo, que mediante rituales de comida y bebida, la
mayoría de las veces consumiendo una pieza de pan y una jarra de cerveza
colocadas sobre el pecho de un recién fallecido, absorbía los pecados del
muerto y así este podía descansar en paz. Al finalizar recibía un puñado de
peniques de propina. En buena lógica, al cabo del tiempo, estas personas
acumulaban tal cantidad de pecados que no hacían muy recomendable el trato con
ellos. De ahí el rechazo social.
Otro ejemplo de rechazo
supersticioso, esta vez de una persona considerada gafe, podemos verlo en la
versión cinematográfica de su libro Master and Commander, donde un guardia
marina llega incluso al suicidio ante el acoso y boicot social que sufre a
bordo de su barco por parte de la tripulación.
Las supersticiones y
falsas creencias marineras llegan a ser de tal calibre que invaden muchas veces
el campo de las religiones. En nuestros días y latitudes es posible ver, a
veces, en las lanchas rápidas que se dedican al contrabando de tabaco o drogas
una pequeña imagen o medallas de la virgen del Carmen, patrona del mar, supongo
que buscando la protección de los propios contrabandistas y el correspondiente
alijo ante las autoridades marítimas que los persiguen. Lo paradójico es que
resulta ser la misma patrona protectora para ambos bandos. ¡Qué dilema!
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