Creencia irracional nº VIII
El pasado de
uno es determinante decisivo de
la conducta actual y si algo le ocurrió y afectó debe seguir afectándole
indefinidamente.
¿Por qué es irracional?
Aunque una persona haya tenido que sufrir los excesos
y condicionamientos de otros, por ejemplo ser excesivamente complaciente con
los padres, eso no quiere decir, que por ejemplo 20 años después haya que
seguir siéndolo.
Cuanto más influenciado se está por el pasado, más se utilizan soluciones a los
problemas que fueron utilizadas entonces pero que hoy pueden ser ineficaces y
por tanto se pierde la oportunidad de encontrar otras actuales y más útiles.
El pasado se puede utilizar de excusa para evitar
enfrentarse a los cambios en el presente y de esa manera no realizar el
esfuerzo personal requerido.
Se exagera la importancia del
pasado cuando en vez de decir "por mi pasado me resulta difícil
cambiar", se dice "por mi pasado me resulta imposible cambiar".
Alternativas racionales
Un individuo racional acepta el hecho de que el pasado
es importante y sabe de la influencia de éste en el presente, pero sabe a la
vez que su presente es el pasado del mañana y que esforzándose en
transformarlo, puede conseguir que su mañana sea diferente, y presumiblemente
más satisfactorio.
En lugar de realizar los mismos comportamientos del
pasado de forma automática, deberá parar y desafiar esos comportamientos tanto
verbal como activamente.
En vez de rebelarse con rencor
contra todas y la mayoría de las influencias pasadas, debe valorar, cuestionar,
desafiar y rebelarse sólo con aquellas ideas adquiridas que son claramente
perjudiciales.
Creencia irracional nº IX
Se debe uno sentir muy
preocupado por los problemas y las perturbaciones de los demás.
¿Por qué es irracional?
Los problemas de los demás con frecuencia nada o poco
tienen que ver con nosotros y no hay ninguna razón por la que debamos estar
preocupados por ellos.
Aunque los demás realicen comportamientos que nos
perturban, nuestro enojo no proviene de su conducta sino de lo que nos decimos
a nosotros mismos.
Por mucho que nos disgustemos por la conducta de los
demás, esto probablemente no la cambiará, hemos de aceptar que no tenemos el
poder de cambiar a los demás.
Y si acaso lo conseguimos, hemos pagado un alto precio
con nuestra perturbación, y hemos de buscar otras formas menos destructivas de
intentar, sin alterarnos, que los demás corrijan sus errores.
El
involucrarnos en los problemas de otros a menudo se usa como una excusa sutil
para no afrontar nuestros propios problemas.
Alternativas racionales
Debemos preguntarnos si realmente merece la pena preocuparse por los comportamientos de los demás, y debemos interesarnos sólo cuando nos preocupen lo suficiente, cuando pensemos que podemos ayudar a cambiar o que nuestra ayuda puede ser útil realmente.
Si realmente estamos muy preocupados y perturbados por
los problemas ajenos, ello nos quita eficacia en nuestra posible ayuda.
Cuando aquellos que nos preocupan estén actuando
erróneamente, no debemos preocuparnos por sus comportamientos y sí hacerles ver
de forma tranquila y objetiva sus errores.
Si no
podemos eliminar la conducta autodestructiva de otros, debemos al menos no
estar enojados con nosotros mismos por no conseguirlo y renunciar a la idea de mejorar esa situación.
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