Incorporación de
la mujer al mundo del trabajo
Hasta hace relativamente poco tiempo, los roles familiares estaban
claramente delimitados. El hombre es el que trabajaba fuera y la mujer atendía
las tareas de la casa. Una de esas tareas era la de cuidar y educar a los
niños.
La importantísima conquista social que ha supuesto la equidad de las
personas, tanto hombres como mujeres en la consideración social, ha permitido
que la mujer adquiera los mismos derechos que el hombre, entre ellos, el
derecho al trabajo. Pero esto trae consigo el hecho de que se produce, en
muchas familias, un déficit de socialización. Los hijos pasan mucho tiempo sin
sus padres, a lo más son atendidos por los abuelos o acaban siendo socializados
por los medios de comunicación, léase la TV, o directamente por la calle, con
lo que ello implica en cuanto a riesgo de adquisición de esquemas mentales no
precisamente adaptados en cuanto a la adquisición y desarrollo de valores
sociales.
Alto nivel de
inmigración.
Hasta no
hace mucho tiempo, los españoles eran un pueblo del que muchas personas debían
marchar al extranjero, principalmente a países europeos para poder buscar su
medio de vida. En la actualidad, España ha pasado a ser país receptor de
emigrantes, generalmente de África del norte, Latinoamérica y Europa del Este.
En algunas zonas también personas de la Europa occidental han elegido este país
como lugar de residencia. Todo esto genera una riqueza cultural que, bien
administrada, genera nuevas creaciones y opciones de desarrollo social, aunque,
no lo podemos obviar, puede generar tensiones y falta de entendimiento entre
las distintas comunidades, situación esta a la que se deben adaptar los niños y
adolescentes para que se produzca una correcta socialización sin prejuicios
raciales ni xenofobia.
Trivialización de
las drogas y permisividad social
Es
tremendamente habitual para un adolescente actual la posibilidad de conseguir
cualquier tipo de drogas. El fácil acceso al tabaco, alcohol, marihuana,
cocaína, drogas de diseño, etc., es un hecho innegable que se puede producir en
cualquier contexto donde se desarrolla la vida cotidiana del adolescente, sea
en el instituto, en la calle, en el club social, en el deporte, etc. Grandes
corporaciones con enormes beneficios económicos intentan de todas las formas
posibles enganchar a nuestros adolescentes en el consumo de las llamadas drogas
legales. La calle y las mafias de narcotraficantes hacen lo propio también con
las ilegales. Todo ello ante la pasividad de una sociedad que, en general, trivializa
y permite o, a lo más mira hacia otro lado, para no enfrentarse a la realidad.
Negar lo evidente no nos va a servir de mucho. Lo importante es preparar
adolescentes suficientemente maduros como para poder enfrentarse con
suficientes garantías de éxito a la amenaza de las drogas. Para ello, en lugar
de evitar las conversaciones sobre el tema, pretendiendo inocentemente que el
desconocimiento evitaría el contacto y el peligro, tendríamos que provocar de
forma cotidiana la charla, contrastar pareceres, indagar sobre los
conocimientos y la actitud del adolescente sobre el tema, informar y formar de manera habitual y recurrente sobre las consecuencias presentes y futuras que
conlleva el consumo de drogas.